Leo de Soulas ha editado
el libro “Al borde del precipicio”, el cual recomiendo de primera mano a los amantes
de la narrativa debido a que es una serie de cuentos bien trabajados, que
logran mantener la expectativa del lector y le ofrecen a éste siempre novedades
del inicio al final de la lectura de todo el libro.
Lo anterior es un “cae
de su peso” cuando leemos los rasgos del autor en la primera solapa del libro:
“Leo de Soulas (Guatemala, 1971). Profesor de Lengua y Literatura por la
Universidad de san Carlos. Estudió teatro en la escuela Nacional de Arte dramático
“Carlos Figueroa Juárez”. Ha figurado como actor
en diversas puestas en escena. También hizo la adaptación de “La Autoridad, la culpa y el castigo” de Franz Kafka en la obra “La colonia penitenciaria” (2012). Dirigió “Mujeres tras la Pared”, basado en monólogos de Dario Fo y Franca Ramè (1995 – 2005); “El Gran ceremonial” de Fernando Arrabal
(2002). Con el cuento “El tarado” obtuvo una mención honorífica en el certamen de Narrativa Corta
de la Gremial de libreros en2005.”.
En el
libro que comento intervinieron en su elaboración, además del autor:
·Letra
Negra, editorial
Chupin@ta: Dicha editorial es una de las más importantes en
Latinoamérica y posiblemente la más importante en Guatemala. Propulsora de
novedades y material de interés. El libro de Leo es el nùmero88 de la colección
Narrativa Centroamericana. El escritor e historiador Armando Rivera es el
responsable de esta editorial. Mucho de la forma en que se nos presenta la
estructura del libro es obra suya, sin duda.
·Eduardo
Villalobos, poeta y prologuista
Chupin@ta: Comenta que a Leo se le puede ubicar como narrador
junto a la generación que empezó
publicar sus trabajos en la ya no tan cercana posguerra guatemalteca.
Para mí esto no es más que una limitación histórica. Pero en algún cuadro debe ubicársele.
Aunque el prologuista a clara que lo ubica allí porque “comparte el mismo imaginario o, por lo menos, los mismos espacios
vitales con la mayoría de los autores de la desaparecida Editorial X o de
aquellos que se insertaron en el escenario a partir de proyectos como Mundo
Bizarro o Libros Mínimos, por dar dos ejemplos incompletos o tal vez inexactos
y arbitrarios”. Al lado de los Bizarros tipo Javier Payeras o Sergio Briones si
lo veo. Por generación, por intereses y por recrear siempre aspectos “clásicos”. Recordemos que los bizarros tenían por estandarte a Tristan
Tzara y más adelante Villalobos comenta de Leo algo parecido.
El libro “Al borde del Precipicio” de Leo de Soulas es una secuencia de 6 cuentos (uno de ellos
muy largo aunque la final cuento largo o narrativa corta es la misma babosada)
que, a decir del prologuista convierten a Leo en un hilador ya que lo que lo
identifica de entrada es “el hilo subterráneo que
atraviesa los entramados que construye con sus historias, es un deseo que
implica una caída libre a las profundidades del alma humana…”. Completamente de acuerdo porque es obvio que el prologuista
intuye lo que sabemos de sobra quienes conocemos a Leo desde hace años.
Mi acercamiento con él
ha sido en primera instancia el mundo del Teatro, el cual nos destapa tal como
somos, aunque eso no significa que no haya otros ámbitos en los que lo conozco.
Con una psicología “diferente” a la mayoría de los de su generación y una inteligencia superior cuasi
mutante ha logrado entrar por muchas puertas a las profundidades dionisiacas,
aunque en algunas ocasiones lo ha llevado a la negación de sí mismo. Lo
interesante de esto es que en lo que escribe “no ha dejado de hacer teatro” y, nos guste o no, no hay nada más dionisiaco, aunque apolíneo a
la vez que el teatro, lo cual es más que obvio en este libro que comentamos y
que nos ofrece, a manera de recursos literarios, muchos elementos para que esa
teatralidad se dé dentro de la narrativa, lo cual, obviamente, no es nada nuevo
y que genialmente lo incorporó a las letras guatemaltecas el inmortal Manuel
Corleto. Ejemplo clarísimo de ello es el cuento “Una esquina de dos Filos” que bien podría ser el texto para un monólogo de mucha altura. O
como los que el mismo Leo ha dirigido, claro. Por ello, una manera de leer los
cuentos de Leo es en voz alta. Pero para eso también debemos sr lectores
desprejuiciados que no nos importa nos digan estamos chuses por leer de esa
forma. Allí es donde más se pone de manifiesto esa teatralidad implícita y que
comento en esta casilla.
Otro acierto del
comentario de Villalobos es que Leo construye sus cuentos “con un lenguaje de reminiscencias clásicas, los textos de este
libro hablan de muchas cosas pero fundamentalmente del deseo…”. Detengámonos primero en esto de las reminiscencias clásicas. Leo
es un hombre de una cultura superior al guatemalteco promedio y esto es algo
que en narrativa se pierde pero que en su poesía es más evidente. Escribe
alguien que depura el lenguaje y que se le hace fácil gracias a su experiencia
como corrector y editor. Aunque Villalobos va más allá cuando señala que nos
habla, por lo menos en estos cuentos, “de un deseo que duele, interno, humano y como tal, animal y
demoniaco. Lo que ensaya De Soulas en estos cuentos es un conflicto
existencial; ya que diseccionado por Sartre está lo que queremos ser y lo que
terminamos siendo debido a las convenciones sociales, a instituciones que nos
terminan castrando. En esa lucha nos debatimos y en esa lucha ubica el escritor
a sus personajes”.
Son precisamente las
puertas a las profundidades dionisiacas que he mencionado y que sólo alguien
que está en una escuela iniciática, como es mi caso, sabe a conciencia que el
arte es una de las puertas para entrar y salir de ellas, para llegar e irse de
ellas. Claro que lo hace inconscientemente porque su exceso de racionalidad le
impide saber a ciencia cierta las connotaciones metafísicas de cualquier alma
diseñada para ser más que un pedazo de carne que vivirá ciertos años y de lo
que el arte es apenas una insinuación.
Pero
si Leo es o no metafísico no importa. Lo que importa es que cuando se leen los
cuentos se ven espejos claros donde se conjugan un perfil psicológico de todos
sus personajes (los principales) bien definido, una secuencia narrativa con
sorpresas para mantener interesado al lector, un lenguaje claro y sencillo, una
ubicación geográfica que le da sentido al entorno y reflexiones filosóficas de
mucha altura que nos hacen subrayar el libro para citarlo cuando se pueda (y
esto me place mucho porque se trata de un joven y no de un viejo).
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