POR CESAR CHUPINA. “La Epopeya de las Indias Españolas” es una obra de teatro cuyo primer montaje marcó un punto clave en la historia del teatro guatemalteco. Antes, existían tres tendencias de hacerlo: La de Teatrocentro (+ ENAD) con Luís Tuchán a la cabeza; la de la Universidad Popular (compañía + escuela) con Rubén Morales Monroy a la cabeza y la de Dick Smith. Las dos primeras, academizándose lograron perpetuarse sentando verdaderos estilos de hacer teatro en Guatemala.
Al desaparecer la tendencia de Smith que era clonar montajes de Estados Unidos y cuyo bagazo lo vemos aún en Kodally, aparece la del teatro cuyas raíces están incrustadas en la Huelga de Dolores, siendo el primer montaje salido de la misma al teatro profesional “La Epopeya de las Indias Españolas”, autoría de Douglas González y Jorge Ramírez. La misma fue un verdadero hit porque marcó una nueva tendencia, la cual aún sobrevive y ha procreado un hijo, el denominado Huiteteatro que nos presenta a los famosos huitecos de los chistes que bien pueden ser una caricaturización de los Reyes feos huelgueros.
En aquella oportunidad, “La Epopeya de las Indias Españolas” fue muy bien recibida y una de las razones fue el aparecimiento de Douglas González y Jorge Ramírez, ambos dramaturgos y el segundo, actor y Mónica Sarmientos, actriz. Pero la revolución fue completa. Así cómo el público los aceptó, la gente de teatro se puso rabiosa, denominando las vacas sagradas, sobretodo a Douglas, “los advenedizos del teatro guatemalteco”. Recuerdo cuando se chismorreaba que Mónica había trabajado en “El Escondido” de Mario Monteforte para demostrar que podía hacer otro tipo de trabajo, lo cual no era necesario de ser ciertas dichas motivaciones porque más que obvio es su talento en todas las bellas artes que cultiva.
Las dotes naturales de Mónica la hacen poseer una vis cómica superior al resto y un ángel que la hace ser amada por su público. Pero en sus inicios pusieron en entredicho lo que se venía cocinando en las escuelas de arte. A tal grado que derivó en la famosa teoría del No Teatro de Manuel Corleto que bien puede resumirse en una sola frase tal y como él mismo lo decía: “Teatro, cualquiera puede hacerlo”. Pero le gustara o no a mi queridísimo Manuel, Mónica Sarmientos de cualquiera no tiene nada. Sólo veamos quien es su padre. En teatro, sencillamente es un gran talento de la comedia como lo fueron Frida Henry o Yolanda Williams. Lo que produjo disonancia fue que en época de Frida y Yolanda no había toda la parafernalia de sabelotodos que parieron las famosas escuelas oficiales (ENAD y UP). Tan sabelotodos que la gran mayoría siguen repitiendo como loros sus mismos discursos sin trascender o dirigirse a ninguna parte….
A nadie le pasaba que una mujer ( y esto también hay que remarcarlo) sin estudios ni preparación técnico teatrales como Mónica abarrotara los teatros. Pero se les olvidaba que la disciplina musical es más férrea que la teatral, lo cual también Corleto en su famosa teoría menciona para colocar en infraarte al teatro a comparación de la danza y la música, “donde si hay que estudiar porque de lo contrario no puede hacerse”. Y para colmo, Mónica era gorda y sin gracia natural, según dichos comentarios que era más que obvio estaban inspirados en la envidia que en la verdad. Mónica tiene lo suyo y su simpatía es innegable.y en ese sentido, como el que sabe, sabe, me recuerda la personalidad de Irazema Bustamante que en escena producía los mismos efectos que Mónica. La pregunta es por qué Irazema no produjo tanto alboroto: Porque el éxito de Mónica, además de darle fama también le dio fortuna. E Irazema nunca fue fenómeno masivo, sin duda por las circunstancias sociales del momento. Y que no me mal interpreten, por favor porque quiero decir con esto de “fortuna” que Mónica ha llegado a ganar más que cualquier otro actor o actriz. En este sentido no olvidemos que siempre he hablado de lo que es el empresariado en el arte donde las ganancias son ganancias y cuya ignorancia ha sido uno de los lastres que arrastra el teatro guatemalteco. Como cuando se ha querido censurar que se venda una temporada a un precio y quien la compra la revenda. Eso es cosa del negociante. No del artista…
Lo cierto es que Mónica en escena hacía de las suyas y tenía lo que cualquier actor o actriz que se creía con más talento que ella desearía en sus largas y aburridas carreras: Un público que la adoraba. Y un compañero fiel, un carnal, una pareja escénica con la cual toda una generación llegó a identificarse. Me refiero a Jorge Ramírez, por supuesto. Esto se remarca cuando vemos esfuerzos históricos como el de Taco y Enchilada (luego con Chalío al morir Enchilada); Chalío y la Tía Micaila (y luego Valeria), la Filomena y su enamorado radiofónico, Yolanda Williams y César Nájera y últimamente Josué Morales y Celia Recinos.
Confieso que así como recibí con gusto (tal y como lo atestiguan mis escritos periodísticos) esta tendencia teatral salida de la Huelga y a Douglas, Jorge y Mónica, así también empezaron a decepcionarme porque a falta de técnica empezaron a hacer montajes repetitivos y sin ninguna gracia tal y como ocurre en la Huelga. Pero aquí se entiende porque es majujada haciendo cosas para la majujada. ¿Si o no? Al dar el paso que dieron habían trascendido su categoría de majujada. Pero ellos parecían no saberlo.
Y allí sucedió otro fenómeno, tan natural como los dotes de Mónica: La fama, cuando uno no está preparado es más maligna que benigna y sin querer, la popularidad de esta terna los hizo creerse más de la cuenta e ignorar del todo que el arte implica técnica, esfuerzo y estudio. Y los sabelotodos antes mencionados los odiaron aún más. Esto reforzado por actitudes serviles y arrastradas de quienes formaron su séquito a lo que empezaron a revelarse maestros como Ricardo Mendizábal (QEPD) quien intentó empezar a ponerlos en su lugar al darse la tarea de dirigirlos…
Además, empezó a reforzarse aquello de que una obra de teatro es sinónimo de una comedia y no éste un género del primero y que mientras más uno se ría el público, aunque sea con vulgaridades y chistes baratos, “más buenísima es” (uso los términos literalmente). Y en ese sentido (y por ello titulo el presente como lo hago) el público es tal y como Mónica interpretando a Chichi, la reina indio española (en la comedia las coas están cambiadas) y señalando al público, éste es su majujada que, aclaro para mis lectores que no son chapines, significa en modismo guatemalteco, el populacho, la chuzma, la masa…
Veintiún años después mi percepción al respecto tiene otro giro. Al ver el montaje que en el 2011 nos presentan de “La Epopeya de las Indias españolas”. Mónica y Jorge, se han tornado en comediantes de primera y llenan una necesidad intrínseca del ser humano que es el desahogarse a través de la expresión teatral. Alejándose cada vez más de la Huelga misma, el chiste político ya no es forzado ni panfletero y mucha de la gracia forma parte de la creatividad actoral. En ese sentido, Mónica (interpretando en “La Epopeya…” a Reina Chichi y Reina Chabela) se ha convertido en la primera dama de la comedia en Guatemala y me atrevería a decir que quizá más allá de las fronteras del perímetro mesoamericano. Douglas, por su parte, tiene la paternidad literaria de esta forma de hacer teatro.
A Jorge (Culán, parodia de Cristóbal Colón) lo aparto porque llegó a fascinarme su actuación. Una de las grandes superaciones que llegó a tener ha sido explotar su naturalidad, la soltura de su cuerpo y cultivar el tono de voz cansado con el que empezó para lograr una voz clara, melodiosa, naturalísima, diáfana, cultivada y lo mejor de todo él mismo me da el parámetro para establecer comparaciones entre las primeras funciones de “La Epopeya…” y las de 21 años después…
Pero nada de esto fuera posible sin un elenco de primera. En ese caso, es un gran maestro de las tablas el señor Ángelo Medina (Rey Tigre Dos Lunas, Rey Nando y Tecún Umán). Me encantó ver a Rodolfo Romero (Ixbalanqué), ex alumno mío de la UP cómo ha logrado encontrarse en su expresión y cómo se ha superado. No cabe duda que la práctica hace al maestro. Tuve la oportunidad de ver actuar por primera vez (la mía, no la de ellos) a Edgar Arriola (Tupác) y Elmer Bautista (Ce Acatl y Rodrigo), este último brillante en su actuación. En conjunto, todo el elenco ofrece escenas muy creativas como las de la Quema de cohetillos y El Torito, por mencionar sólo una.
Lo técnico tampoco debe dejar de mencionarse. Las proyecciones en el cubo escénico dan un aire de contemporaneidad al montaje y el vestuario se nota que ha pasado durante estos 21 años en pruebas de ensayo y error hasta conseguir lo que realmente se requiere, oportunidad que otras obras no tienen.
En cuanto a la majujada si es lamentable el hacinamiento que en Solo Teatro tiene el público. Si bien es cierto, la necesidad de hacer pisto es prioritaria en cualquier elenco y para pagar los alquileres, a la hora de un temblor o incendio, lo más probable es que suceda en este espacio una catástrofe de grandes magnitudes. Además, no vimos ni al paramédico ni a la ambulancia, exigencia internacional a la que deben someterse los espectáculos nacionales… El aire acondicionado tampoco funciona y el calor es exasperante, dificulta la respiración y bien podría provocar un incendio.
Eso sumado al problema de parqueo de algunos miembros de la majujada, el cortar la obra en dos ofreciendo un segundo acto pequeño para que la maujajada estire los pies y compre en la tienda (productos que en otro lado son más baratos) y el de empezar la obra, según el protocolo de la hora chapina, media hora más tarde y el tono abusivo con que los a veces los acomodadores se dirigen al público desde que la majujada está haciendo cola, nos hace pensar que a Douglas, Jorge y Mónica aún les falta algo, aunque sea algo mínimo, un toquecito para terminar de ser los dignos representantes de ese pueblo por el que se han superado tanto y que han querido presentar y representar desde su aparecimiento a la cabeza de esta nueva tendencia de hacer teatro (Jorge Ramírez pidió una disculpa al concluir la función diciendo que el sábado, día en el que fui es la única función en la cual les entra más público, lo cual no basta)..
Cuando lo hayan logrado, cuando hayan encontrado eso que hace falta, Douglas, Jorge y Mónica terminarán de convertirse en el Olimpo perfecto de la comedia nacional. ¿Qué qué es lo que les hace falta? No puedo ser tan pedante y yo de decírselo. Suficiente con seguir opinando cuando a muchos les gustaría por esta razón mandarme a la hoguera o darme un disparo en la sién como sucedió con Hugo Arce y no porque caiga mal lo que digo sino porque en este país el opinar es precisamente una de las cosas que no se nos ha históricamente permitido. Y en esto Douglas sé que me entiende perfectamente tras ser perseguido por sus ideas y la expresión de las mismas. Por ello mejor que ellos averigüen lo que les hace falta y lo descubran por su cuenta. Lo lograrán como han averiguado las otras claves para ponerse en la posición magisterial en la que se han colocado. Espero así que los siguientes 21 años de “La Epopeya de las Indias Españolas” sean mejores convirtiéndose Douglas, Jorge y Mónica en la mejor Epopeya del teatro nacional. Que así sea.
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