miércoles, 14 de noviembre de 2012

La culpa es de Carlos



Asistí a la última función de “La Autoridad, la Culpa y el Castigo”, hecho escénico presentado en el teatro de Cámara del Centro Cultural miguel Ángel Asturias en base a texto de Franz Kafka, adaptado por Leo de Soulas. La dirección es de Carlos García. Se trata de un trabajo con una fuerte connotación sociopolítica lleno de símbolos de varios grados que ofrece un espectáculo visual interesante.
 
 
Place ver teatro serio en Guatemala porque no todos en el público nacional somos tarados aunque, desgraciadamente, estos abundan hasta entre los mismos teatristas. Una de las virtudes de este trabajo es la solución escénica final a un texto tan denso y desesperante que, le guste o no al Grupo de Carlos García (lo negaron al iniciar la función) tiene una fuertísima connotación política. Ocho días antes, por mi recomendación, la fue a ver el joven abogado Fr. Byron Recinos, y me decía el día de la semana en que nos juntamos que es una clara alusión a la CICIG. Que esa no haya sido la intención inicial no significa que no esté en el resultado, razón por la cual no les queda ni al director ni al elenco fingir demencia. Me fascinó la plástica plasmada en toda la obra, digna de cualquier espectáculo internacional.
Place ver este hecho escénico porque los churros me han hecho ausentarme de las salas y estos sobran en las mismas... prefiero literalmente perder el tiempo en otra cosa. Lo que si me causó disonancia fue la maquina.... la esperaba más grande... pero fue un prejuicio que me hice cuando entrevisté a Carlos García y Gustavo Ostrich.... vale el comentario, pienso. Porque mucho de la connotaciòn e idea original del director implica prejuicio también.
 
Byron tenía razón al decirme que el hecho de vestir al personaje de Leo con zapatos de payaso, el parlamento que alude que es europeo y que allí todo es diferente y la escena final en la que pasa sobre el público y el reo dice ES EXTRANJERO DEJENLO PASAR son claras denotaciones y connotaciones hacia la CICIG. Yo en lo personal, sin polemizar con el equipo, estoy más que agradado con esta connotación porque no sólo se ubica la denuncia fuera de lo panfletario, tan acostumbrado en Guatemala sino que me la gozo como si yo lo estuviera diciendo. Y A MI ALTURA.
Lo que pasa es que en dirección no siempre las connotaciones son prioritarias... sino derivadas.... el objetivo puede ser uno y resultan subobjetivos, algunos incluso paradójicos.... Esto quizá no es importante porque es lo que vemos quienes apreciamos el resultado.... como un cuadro... quien lo ve no obligadamente ve lo que hizo el autor... pasa incluso en el realismo... el pintor pudo ponerle énfasis al agua y el espectador ve más el cielo..... Aunque este no esté pintado... muchas veces podría decir pero le falta el cielo... pero hubiese sido mejor si tuviera cielo... en fin.... EL TRABAJO ES BUENO y es eso lo que importa..... EN TEATRO PINTOR ES IGUAL A DIRECTOR.

Las actuaciones corrieron a cargo de Leo de Soulas, Héctor Mejía, Sergio Salazar y Gustavo Ostrich. Este último en su transición del “traidito” de su generación a su definitiva consagración en las tablas al caracterizar un papel que combina su experiencia y talento.
 
Si un culpable hay entre las denotaciones y connotaciones de este trabajo es el mismo director. La dirección de Carlos García es realmente genial. Culpable de convertir lo horrendo de Kafka en algo hermoso y estético. La solución final con luces, acrobacias e imágenes (auditivas y visuales) es impactante pero una sabia solución dramática y extra dramática al mal sabor que dejan los textos kafkianos.
De todos es sabido que Kafka no es agradable. Lo que escribió es igual de repugnante a como fue èl. Igual a su Bernardo Samsa de “La Metamorfosis”. Nunca debió salir post mortem fuera de su casa, en una de las áreas y ciudades más oscuras de Europa. Su amigo debió destruir su obra como era su voluntad. Pero no lo hizo, ni modo… a aguantarlo como parte de la literatura obligada a leer. Pero verlo en teatro o cine es para suicidarse.
Sin embargo, este hecho escénico nos enseña que “tras la oscuridad viene siempre la luz” y que en el universo de los opuestos una no tiene sentido sin la otra. Así que la oscuridad y repugnancia de Kafka algo de luminosidad y buen sabor debe tener. De esta apreciación es culpable también García, razón de sobra para seguir escudriñando la obra kafkiana. ¡Qué horror! Me resisto a ello. (¿Quién me obliga pues?).

 

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