lunes, 3 de junio de 2013

Bicentenario de Wagner


El Bicentenario de Richard Wagner
 Tengo una razón personal y otra académica para haber querido desarrollar este tema del gran personaje Richard Wagner.  Primero que nada, a nivel personal considero que es el balance perfecto a nivel histórico y artístico de Giuseppe Verdi, mi favorito. Místicamente hablando creo que si se entiende a uno se entiende más al otro. Mientras Verdi representa la emocionalidad, el temperamento latino; Wagner es la racionalidad, el temperamento anglosajón. Por otra parte, no es casualidad hayan nacido el mismo año (en el Cosmos no hay casualidades sino causalidades) y que en un análisis, por muy superficial que sea veamos que características uno es la contraposición del otro. A nivel académico es obvio el tema debido a que estamos en su bicentenario, trabajo en la Radio de Guatemala donde Wagner es uno de los protagonistas favoritos y, como si esto fuera poco, se discute si fue o no rosacruz.

Sea como sea es un personaje de altos quilates como para dejarlo pasar desapercibido, sobre todo cuando uno ostenta el flamante título de “Encargado de Cultural” de otro no menos flamante titulo de lugar, “Centro Cultural Rosacruz”. Como gente de Teatro, entiendo a la Opera como máxima expresión de esta Bella Arte. Es la más alta, sublime y exquisita expresión teatral que no hubiese sobrevivido si no hubiese sido por los aportes de Wagner los cuales trascienden el teatro mismo porque fue escritor y manejó los diferentes géneros. Además, sus aportes al teatro son sorprendentes.  Desde todas esas facetas, en especial, la música y la filosofía, Wagner tiene un atractivo especial para las masas que bien puede ser estudiado por los teóricos actuales de la Comunicación Social. Dicha influencia aún sigue vigente. Es así como vemos su huella en la música popular originando el rock wagneriano y el heavy metal, según lo aseguran algunos especialistas.

Como Wagner nace el 22 de mayo de 1813, en todo el mundo donde se le aprecia hay programaciones especiales para todo el año. Sin embargo, pocos lugares en el mundo, más allá de las tierras germánicas, han absorbido de forma tan plena e intensa la influencia del compositor como Cataluña en España. Y esto sucedía en un momento en el que Barcelona se transformaba en una metrópolis moderna. Su huella la encontramos en numerosas manifestaciones artísticas mucho más allá de las estrictamente musicales y teatrales, desde las artes plásticas a la literatura. Por tanto, es fácil imaginar que en 2013, en el marco del Bicentenario de su nacimiento, Barcelona y Cataluña se sumen a los actos con los que se honorará la memoria de Wagner.

El Festival de Bayreuth es el centro de todas las miradas musicales, ya que es en esta ciudad de Baviera donde Wagner fundó a finales del siglo XIX este prestigioso y exclusivo festival que, todos los veranos, se encarga de difundir su música. Por ello, la dirección del Festival acaba de publicar una nueva página web, www.wagnerstadt.de , que sirve como punto de información centralizado de todas las actividades que a lo largo de 2013 se organicen en Bayreuth. Participan en esta iniciativa, además del Festival, entidades como el ayuntamiento de Bayreuth o el museo Richard Wagner de la ciudad.

A nivel multinacional se estrenará un documental biográfico musical para conmemorar el bicentenario del nacimiento de Richard Wagner al unisonó en Estados Unidos, Paris y Alemania. La misma cuenta con la participación de las principales asociaciones Wagnerianas. Oportunidad única para los amantes de su obra ya que pueden formar parte de él porque la película se financia mediante Crowdfunding o micro mecenazgo, un sistema de financiación abierto a todas las personas que quieran tener la satisfacción personal de contribuir a la producción. Como beneficios, el micro mecenas verá su nombre en los créditos de la película; obtiene un documento que acredita haber formado parte del proyecto y se hace acreedor a una película por cada $100 aportados (78€).  Los responsables del proyecto son los que intervinieron en “Siegfried Wagner, el último romántico“, actualmente único documento audiovisual dedicado exclusivamente a Siegfried Wagner, hijo de Richard Wagner. Son ellos, Javier Nicolás; historiador, escritor y guionista quien durante más de 20 años ha sido el presidente de la Asociación Wagneriana de Barcelona; Jordi Nin, productor y realizador cinematográfico y Espectrum, productora cinematográfica especializada en proyectos audiovisuales de carácter cultural y artístico.


 El Bicentenario de su nacimiento


Wilhelm Richard Wagner (Leipzig, Reino de Sajonia, Confederación del Rin, 22 de mayo de 1813 – Venecia, Reino de Italia, 13 de febrero de 1883), fue un compositor, director de orquesta, poeta, ensayista, dramaturgo y teórico musical alemán del Romanticismo. Destacan principalmente sus óperas (calificadas como «dramas musicales» por el propio compositor) en las que, a diferencia de otros compositores, asumió también el libreto y la escenografía. Su vida se caracterizó, hasta sus últimas décadas, por el exilio político, relaciones amorosas turbulentas, pobreza y repetidas huidas de sus acreedores. Su agresiva personalidad y sus opiniones, con frecuencia demasiado directas, sobre la música, la política y la sociedad lo convirtieron en un personaje polémico, etiqueta que todavía mantiene. El impacto de sus ideas se puede encontrar en muchas de las artes del siglo XX.

Fue el noveno de los hijos de Carl Friedrich Wagner, un modesto funcionario de policía que murió de tifus seis meses después del nacimiento de Richard, y de Johanna Rosine Paetz, hija de un panadero. Tras el trágico fallecimiento de su padre el 23 de noviembre de 1813, su madre comenzó a vivir con el actor y dramaturgo Ludwig Geyer, que había sido amigo de su difunto marido. En agosto de 1814, Johanna Rosine se casó con Geyer y se trasladó con su familia a su residencia en Dresde. Durante los primeros catorce años de su vida, Wagner fue conocido como Wilhelm Richard Geyer. Wagner, más tarde, sospechó que Geyer era en realidad su padre biológico, y además especuló equivocadamente con que podría ser judío. La pasión de Geyer hacia el teatro fue compartida por su hijastro, que empezó a tomar parte en las actuaciones. Geyer murió en 1821, cuando Richard tenía ocho años. En consecuencia, Wagner fue enviado a la Escuela de Gramática Kreuz en Dresde, cubriendo los gastos el hermano de Geyer

En 1834, Wagner se había enamorado de la actriz Christine Wilhelmine «Minna» Planer. Se casaron el 24 de noviembre de 1836. En junio de 1837, Minna abandonó a Wagner por otro hombre. Poco después ella regresó, pero la relación nunca se recompuso del todo y transcurrió penosamente durante las tres décadas siguientes. En 1862, el matrimonio se separó definitivamente, aunque él continuó manteniéndola financieramente hasta su muerte en 1866. En este ocasión, Wagner afirmó no estar capacitado para viajar a su funeral debido a un «dedo inflamado». Luego, Wagner conoció al matrimonio Otto Wesendonck y la poetisa  Mathilde Wesendonck en Zúrich en 1852. Otto, un seguidor de la música del compositor, puso a su disposición una casa de campo en su finca. Durante el transcurso de los siguientes cinco años, el compositor se fue enamorando de la esposa de su patrón. Aunque parecía que Mathilde correspondía parte de sus sentimientos, esta no tuvo intención de poner en peligro su matrimonio. El difícil romance finalizó en 1858, cuando Minna interceptó una carta de Wagner a Mathilde. Tras la confrontación resultante, Wagner abandonó Zúrich en solitario, con destino a Venecia.

La carrera de Wagner tomó un giro inesperado en 1864, cuando el rey Luis II de Baviera accedió al trono a la edad de dieciocho años. El joven rey, que admiraba las obras de Wagner desde su infancia, invitó al compositor a Múnich, pagó sus cuantiosas deudas, propuso la representación de “Tristán e Isolda”, “Los maestros cantores de Núremberg” y la tetralogía de “El anillo del nibelungo” y apoyó el desarrollo de nuevas óperas. Según Christopher McIntosh, el rey Luis II fue conocido por sus tendencias homosexuales y habría tenido un deseo por Wagner reprimido. Wagner también comenzó a escribir su autobiografía a petición del Rey. Parece que fue significativo para Wagner que el mecenazgo del Rey coincidiera con el momento en que le llegaron noticias de la muerte de su supuesto enemigo Meyerbeer, lamentando, con mal gusto, que «este maestro de ópera, que me había hecho tanto daño, no viviera para ver este día».

La presentación de “Tristán e Isolda” el 10 de junio de 1865 en el Teatro Nacional de Múnich fue un éxito. El director del estreno fue Hans von Bülow, cuya esposa Cósima (hija de Franz Liszt) había dado a luz en abril a una hija, llamada Isolde, que no era hija de Büllow sino de Wagner. Cósima era 24 años más joven que Wagner y ella misma era hija ilegítima de la condesa Marie d'Agoult, que había abandonado a su marido por Franz Liszt. Este desaprobaba que su hija viera a Wagner, aunque los dos hombres eran amigos. El indiscreto episodio amoroso escandalizó a Múnich, y para empeorar las cosas, Wagner cayó en desgracia entre los miembros de la corte, que desconfiaban de su influencia sobre Luis II. En diciembre de 1865, forzaron al Rey a que pidiera al compositor que abandonara la ciudad. Aparentemente también se planteó la posibilidad de abdicar para seguir a su ídolo al exilio, pero el compositor lo disuadió. El Rey instaló a Wagner en Tribschen, en las cercanías de Lucerna. Cósima convenció finalmente a Hans von Büllow para que le concediera el divorcio, pero no se materializó hasta después de que ella tuvo dos hijos más con Wagner: Eva y Siegfried. Minna había muerto el año anterior, por lo que Richard y Cósima podían casarse. La boda tuvo lugar el 25 de agosto de 1870. El matrimonio con Cósima duró hasta el final de su vida. En 1872 Liszt y Wagner hicieron las paces. Tras recobrar su amistad, actuaron juntos por segunda vez en sus vidas en un concierto en Budapest que tuvo lugar el 10 de marzo de 1875. Al final de sus vidas eran frecuentes sus encuentros, ya que Liszt solía visitar a su familia durante sus estancias en Bayreuth y Venecia, aunque las reacciones de Wagner hacia su suegro eran dispares. 

Cuando estuvo en Dresde, Wagner fue en un movimiento político de signo izquierdista. Wagner tuvo que huir, primero a París y después a Zúrich, donde se estableció. Wagner pasaría los doce años siguientes en el exilio. Tras terminar “Lohengrin”, la última de sus óperas del periodo medio antes de la insurrección de Dresde, acudió desesperadamente a su amigo Franz Liszt, a quien le pidió velar para que esta ópera fuera representada en su ausencia. Así, Liszt dirigió en persona el estreno en Weimar en agosto de 1850. En 1861 levantaron la prohibición política que había sobre Wagner en Alemania después de haber huido de Dresde.

En 1871, eligió el pequeño pueblo de Bayreuth como ubicación de su teatro de ópera. La familia se trasladó allí el año siguiente y pusieron la primera piedra del nuevo teatro, el Festspielhaus de Bayreuth. Para obtener fondos para su construcción, se formaron las «Asociaciones Wagner» en varias ciudades y el propio compositor comenzó una gira por Alemania dirigiendo conciertos. Sin embargo, sólo obtuvieron los fondos necesarios después de que Luis II realizara una cuantiosa donación en 1874. El año siguiente, la familia estableció su domicilio de manera permanente en Bayreuth, en una mansión a la que Richard daría el nombre de «paz tras la locura». Sin embargo, los gastos de Bayreuth y de Wahnfried provocaron que Wagner buscara otras fuentes de financiación dirigiendo o aceptando encargos como “La Marcha del centenario para Estados Unidos”. El teatro ha continuado siendo la sede del Festival de Bayreuth desde entonces (salvo los paréntesis debidos a la Primera y Segunda Guerra Mundial). Desde 1973 el Festival es supervisado por la Fundación Richard Wagner, que incluye a varios descendientes del compositor. Con esta obra, Wagner ponía en práctica su concepto de «obra de arte total», en la que el drama, la música y las artes visuales se combinaban armónicamente.

La ópera “Parsifal” se estrena en el segundo festival. En esta época Wagner estaba gravemente enfermo, ya que había sufrido una serie de anginas de pecho cada vez más severas. Durante la decimosexta y última representación de “Parsifal” entró en secreto en el foso de la orquesta durante el tercer acto, tomó la batuta del director Hermann Levi y dirigió la representación hasta su final. Después del Festival, la familia Wagner viajó a Venecia para pasar el invierno. El 13 de febrero de 1883, Wagner falleció a causa de una crisis cardíaca. Su cuerpo fue repatriado e inhumado en el jardín de Wahnfried, su villa en Bayreuth. Las dos piezas de su suegro, Franz Liszt, para piano solista tituladas “La lúgubre góndola” evocan el paso de una góndola fúnebre cubierta de negro portando a Wagner por el Gran Canal.  Liszt murió el 31 de julio de 1886 en Bayreuth mientras se celebraba el Festival dedicado a la obra de Wagner. La prensa de la época registró que sus últimas palabras fueron “Tristán e Isolda”.


 Su Importancia


Con la llegada del gran maestro hay un antes y un después en la historia de la música. El concepto de “obra de arte total” sigue más vigente que nunca en el siglo XXI. Gustav Mahler afirmó, «Sólo hubo Beethoven y Richard Wagner y después de ellos, nadie». Sus óperas, escritos, política, creencias y estilo de vida poco ortodoxos hicieron de Wagner una figura controvertida. Después de su muerte, el debate sobre sus ideas y su interpretación, en particular en Alemania durante el siglo XX, mantuvo su perfil controvertido. Sus comentarios sobre los judíos han generado debates acalorados, que continúan influyendo en la forma de considerar sus obras por los ensayos que escribió de naturaleza racial a partir de 1850 y su supuesta influencia en el antisemitismo de Adolf Hitler.

La vida de Wagner ha sido utilizada como argumento de varias películas biográficas. En 1955, el director alemán William Dieterle filmó para Hollywood Magic Fire, una película sobre la vida y obra de Wagner, desde sus inicios, pasando por su amistad con Liszt, su romance con la hija de este, Cósima, y su matrimonio con Minna Planer. En ella actúan, entre otros, Yvonne De Carlo, Carlos Thompson, Valentina Cortese, Peter Cushing y Alan Badel, representando a Richard Wagner. En 1983, el realizador británico Tony Palmer realizó una monumental producción de 600 minutos (10 capítulos de una hora), titulada “Wagner”, sobre el compositor con Richard Burton como Wagner, Vanessa Redgrave como Cósima y Marthe Keller como Mathilde Wesendonck.

 Algunas bandas sonoras han usado temas wagnerianos y sus composiciones se han utilizado en más de 600 películas y series de televisión. Por ejemplo, la mayor parte de las canciones de la banda sonora de Trevor Jones para “Escalibur” de John Boorman están tomadas de óperas de Wagner, donde se pueden escuchar el preludio de “Parsifal” y el de “Tristán e Isolda”, entre otras. Dicha obra, junto con “La Marcha nupcial”, son dos de las obras del compositor más utilizadas en obras cinematográficas o televisivas. También se ha usado su imagen en la acuñación de monedas o en la emisión de sellos postales, en muchos casos con motivo de los aniversarios de su nacimiento o fallecimiento.

Wagner transformó el pensamiento musical con la idea de la «obra de arte total», la síntesis de todas las artes poéticas, visuales, musicales y escénicas, que desarrolló en una serie de ensayos entre 1849 y 1852. Sin embargo, sus ideas sobre la relación entre la música y el teatro cambiaron y reintrodujo algunas formas operísticas tradicionales en las obras de su última etapa. Las obras de Wagner, particularmente las de su último periodo (que se corresponden con su etapa romántica), destacan por su textura contrapuntística, riqueza cromática, armonía, orquestación y un elaborado uso de los leitmotivs (temas musicales asociados a caracteres específicos o elementos dentro de la trama). Wagner fue pionero en varios avances del lenguaje musical, como un extremo cromatismo (asociado con el color orquestal) o la ampliación del cosmos armónico a través de un continuo desplazamiento de los centros tonales, lo que influyó en el desarrollo de la música clásica europea. Su estilo musical tardío, con su exploración sin precedentes de la expresión emocional, introdujo nuevas ideas en la armonía, el proceso melódico (leitmotiv) y la estructura operística. En particular, desde “Tristán e Isolda” en adelante, exploró los límites tradicionales de la armadura tonal que da a las tonalidades y acordes su identidad, marcando el camino de la atonalidad en el siglo XX. Algunos historiadores musicales fechan el comienzo de la música clásica moderna desde las primeras notas de “Tristán…”, conocidas como acorde de Tristán.

Durante su vida, y algunos años después, Wagner inspiró una devoción fanática. Durante un largo periodo, muchos compositores se alinearon a favor y en contra de su música. En especial, Anton Bruckner y Hugo Wolf estaban en deuda con él, además de César Franck, Henri Duparc, Ernest Chausson, Jules Massenet, Alexander von Zemlinsky, Hans Pfitzner y muchos más. Las revoluciones armónicas del siglo XX de Claude Debussy y Arnold Schönberg (modernismo tonal y atonal, respectivamente) se asocian a menudo a “Tristán” y “Parsifal”. La forma italiana del realismo operístico, conocido como verismo, le debe mucho a la reconstrucción wagneriana de la forma musical. Los seguidores de Wagner (conocidos como wagnerianos) han creado numerosas «Asociaciones Wagner» dedicadas a la vida, obras y óperas del compositor. Existen asociaciones de este tipo en lugares como Madrid, Barcelona, Canarias, Toronto, Nueva York, Reino Unido, Nueva Zelanda, California, Israel, entre otros.

Pero no todas las reacciones hacia Wagner fueron positivas. Por un tiempo, la vida musical alemana estuvo dividida en dos facciones, los partidarios de Wagner y los de Johannes Brahms; los segundos, con el apoyo del poderoso crítico Eduard Hanslick (el personaje de Beckmesser en “Los maestros cantores de Núremberg” es en parte una caricatura de él), defendían las formas tradicionales y lideraban el bando conservador contra las innovaciones wagnerianas. Estuvieron apoyados por las tendencias conservadoras de algunas escuelas musicales alemanas, incluyendo al Conservatorio de Leipzig bajo la dirección de Ignaz Moscheles y el de Colonia, dirigido por Ferdinand Hiller. Incluso aquellos que, como Debussy, se oponían a él («ese viejo envenenador») no podían negar la influencia de Wagner. De hecho, Debussy fue uno de los muchos compositores, incluyendo a Tchaikovski, que sentían la necesidad de romper con Wagner precisamente debido a su influencia tan inequívoca y contundente. «Golliwogg's Cakewalk», de la suite para piano “El rincón de los niños” de Debussy, contiene una citación deliberadamente irónica de los compases de apertura de “Tristán e Isolda”. Otros que resistieron la atracción de Wagner fueron Gioachino Rossini («Wagner tiene momentos maravillosos y terribles cuartos de hora»).En el siglo XX, la música de Wagner fue parodiada por, entre otros, Paul Hindemith y Hanns Eisler.

Las ideas de Wagner fueron susceptibles de tener interpretaciones socialistas, que no sorprenden teniendo en cuenta sus inclinaciones revolucionarias en la década de 1840; cuando muchas de sus ideas sobre el arte estaban siendo formuladas.  Las interpretaciones izquierdistas de Wagner son tratadas en los escritos de Theodor Adorno, entre otros críticos. Adolf Hitler fue un admirador de Wagner y vio en sus óperas una encarnación de su propia visión de la nación alemana. Sigue existiendo debate en torno a cómo podrían haber influido los puntos de vista de Wagner en el pensamiento nazi. Los nazis usaron la parte del pensamiento del compositor que les fue útil para su propaganda e ignoraron o suprimieron el resto. Aunque el propio Hitler era un ardiente seguidor de «el Maestro», gran parte de la jerarquía nazi no lo era y, según el historiador Richard Carr, estaban profundamente resentidos con la posibilidad de asistir a esas largas epopeyas debido a su insistencia. Existen pruebas de que la música de Wagner fue usada en el campo de concentración de Dachau en 1933-1934 para «reeducar» a los presos políticos por la exposición a «música nacional». Sin embargo, no existen evidencias que sustenten la afirmación, algunas veces sostenida, de que se usó su música en los campos de exterminio nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

Los puntos de vista de Wagner sobre la dirección orquestal también fueron muy influyentes. Hizo una importante contribución a los principios y prácticas de la dirección orquestal. Su ensayo “Sobre la dirección” (1869) avanzó las primeras obras de Héctor Berlioz y propuso que la dirección era un medio por el cual una obra musical puede ser reinterpretada, en lugar de ser un simple mecanismo para conseguir la armonía orquestal. Ejemplificó este enfoque en su propia forma de dirigir, que era significativamente más flexible que el enfoque disciplinado de Mendelssohn; su visión también justificaba prácticas que por algunos mal vistas, como la reescritura de partituras. Wilhelm Furtwängler creía que Wagner y Hans von Bülow, a través de sus enfoques interpretativos, inspiraron a una generación entera de directores, incluyendo al propio Furtwängler. En 1876 ordenó construir la conocida “Tuba Wagner”, un nuevo instrumento para entonar el motivo del Valhalla de la “Tetralogía del Anillo” más lúgubremente que un trombón, pero con un tono menos incisivo, al igual que el de una trompa.

La influencia de Wagner en la literatura, la filosofía, las artes visuales y el teatro fue significativa. Escribió ampliamente sobre música, teatro y política, obras que han sido objeto de debate en las últimas décadas, especialmente algunas de contenido antisemita y por su supuesta influencia sobre Adolf Hitler y el nazismo. A nivel literario, Wagner inspiraba el uso del motivo literario en muchas novelas empleando el monólogo interior. Los simbolistas lo vieron como un hierofante místico; los decadentes encontraron más de un motivo para el escalofrío en su obra. Wagner fue responsable de innovaciones teatrales desarrolladas en el Festspielhaus de Bayreuth para cuyo diseño se apropió de algunas ideas de su antiguo compañero, Gottfried Semper, que había solicitado un nuevo teatro de ópera en Múnich. Estas innovaciones incluyen la oscuridad del auditorio durante las representaciones y la ubicación de la orquesta en un foso fuera de la vista del público. Las representaciones de Adolphe Appia de las óperas de Wagner en Bayreuth tuvieron consecuencias de largo alcance en las prácticas teatrales en general.

El concepto wagneriano del uso de los leitmotivs y la expresión musical integrada ha sido asimilado por el cine como una de sus características propias. El filósofo y crítico Theodor Adorno destaca que el leitmotiv wagneriano «lleva directamente a la música cinematográfica donde la única función del leitmotiv es anunciar héroes o situaciones con el fin de permitir al espectador orientarse más fácilmente».

Friedrich Nietzsche formó parte del círculo íntimo del compositor durante la década de 1870 y su primera obra publicada, “El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música”, proponía la música de Wagner como el renacer dionisíaco de la cultura europea en oposición del racionalismo decadente apolíneo. Nietzsche rompió su relación con el compositor después del primer Festival de Bayreuth, porque creía que el periodo final del compositor representaba una complacencia para con la piedad cristiana y una sumisión al nuevo Imperio alemán. El filósofo expresó su descontento con el tardío Wagner en “El caso Wagner” y en “Nietzsche contra Wagner”.

En el siglo XX, Wystan Hugh Auden denominó una vez a Wagner «quizás el mayor genio que jamás ha vivido», mientras Thomas Mann y Marcel Proust estuvieron fuertemente influidos por él y analizaron a Wagner en sus novelas. También es analizado en alguna de las obras de James Joyce. Los temas wagnerianos se encuentran en “La tierra baldía” de T. S. Eliot, que contiene líneas de “Tristán e Isolda”, “El ocaso de los dioses y el poema” de Verlaine sobre Parsifal. Muchos de los conceptos wagnerianos, incluyendo su especulación sobre los sueños, son anteriores a su investigación por parte de Sigmund Freud. En una larga lista de otras figuras culturales importantes influidas por Wagner, Bryan Magee incluye a D. H. Lawrence, Aubrey Beardsley, Romain Rolland, Gérard de Nerval, Pierre-Auguste Renoir, Rainer Maria Rilke y muchos más.

El compositor de rock Jim Steinman creó lo que él denominó rock wagneriano. También se dice que la música heavy metal tiene influencias de Wagner (así como de otros compositores clásicos). En Alemania, Rammstein y Joachim Witt, que llamó a tres de sus álbumes “Bayreuth”, confirman la inspiración de la música de Wagner. El compositor electrónico alemán Klaus Schulze dedicó su álbum “Timewind” de 1975 a la muerte de Wagner (consiste en dos piezas de treinta minutos, tituladas «Bayreuth Return» y «Wahnfried 1883»). También usó el alias «Richard Wahnfried» para una parte de su discografía. El grupo esloveno de vanguardia Laibach creó la suite sonora “VolksWagner” en 2009 en colaboración con la Orquesta sinfónica de la radio eslovena y el compositor-director Izidor Leitinger, usando material de Tannhäuser, “Idilio de Sigfrido” y “Cabalgata de las valquirias”. La técnica de Wall of Sound de Phil Spector tiene una gran influencia de Wagner.


 Ideología


La principal producción editorial de Wagner, publicada durante sus primeros años en Zúrich estaba formada por una serie de destacados ensayos: “La obra de arte del futuro” (1849), escrito en el que describe una visión de la ópera como «obra de arte total», en la que se unificaban varias artes tales como la música, la canción, la danza, la poesía, las artes visuales y las escénicas; “El judaísmo en la música” (1850), un ensayo dirigido contra los compositores judíos; y “Ópera y drama” (1851), que describía la estética del drama que estaba usando para crear las óperas del ciclo del Anillo.

A “Tristán e Isolda” Wagner la denominaría como el acontecimiento más importante de su vida ya que sus circunstancias personales facilitaron que se convirtiera a lo que él creía que era la filosofía de Schopenhauer, una visión profundamente pesimista de la condición humana. Wagner mantendría su adhesión a Schopenhauer durante el resto de su vida. Una de las doctrinas de Schopenhauer era que la música ostentaba el papel supremo entre las artes. Afirmaba que la música es la expresión directa de la esencia del mundo, que es una voluntad ciega e impulsiva. Wagner adoptó rápidamente dicha afirmación, que debió haber resonado con fuerza a pesar de su contradicción con su anterior punto de vista, expresado en “Ópera y drama”, de que la música en la ópera tenía que estar al servicio del drama.

Desde un principio, Wagner fue arrastrado por las ideas de la revolución y el anarquismo (fue compañero de barricadas de Mijaíl Bakunin durante el alzamiento de mayo en Dresde), así como por las ideas socialistas. Siempre defendió el concepto de monarquía absolutista, aunque defendía el derecho a la libertad del pueblo. Es decir, que aspiraba a una aristocracia y un gobierno que tuviese la autoridad para hacer lo que considerase oportuno y al mismo tiempo el pueblo no estuviese tiranizado. En sus últimos años se hizo presente en él un renovado cristianismo, mostrándose a favor de la fraternidad de los pueblos.

Muchos autores han creído en la idea de un nacionalismo alemán en Wagner, llevándolo a sus últimas consecuencias y vinculándolo al nacionalsocialismo de más de medio siglo después. Aunque Wagner renegó innumerables veces de «lo alemán», estando su pensamiento más dirigido hacia la idea de la fraternidad y el socialismo que a cualquier forma de nacionalismo (y menos de racismo). Fueron innumerables las muestras de desprecio hacia la forma que estaba tomando la nación alemana A pesar de esto, una idea que repitió frecuentemente fue la de las colonias alemanas, como puede verse en su obra póstuma “Religión y arte”.

Wagner estaba casi directamente enemistado con el cristianismo ya histórico, no existe ni un escrito suyo en que no hable de la religión como fundamento de «la propia dignidad humana», como «la fuente de todo arte», etc. Las iglesias, por el contrario, y la cristalización de la revelación en dogmas -aunque en su mayoría son tratadas por Wagner con gran respeto y le dan la oportunidad de tratarlas llenas de luz-, parece que personalmente le son ajenas, de manera que se pueden leer todos sus escritos sin adivinar a qué confesión cristiana pertenece y ni de sus doctrinas, ni de sus obras artísticas, ninguna forma concreta de cristianismo tiene el derecho de atribuírselo. Aunque según Hirschberger en su libro “La Historia de la Psicología”, Wagner finalmente se convirtió al cristianismo, para gran desilusión de Nietzsche, quien se inspiró en él antes y hasta su conversión.  Algunos autores le han situado en la esfera de la religión profunda y el simbolismo religioso, así el escritor Mario Roso de Luna en su obra, “Wagner, mitólogo y ocultista”, hace un estudio de la relación de las obras de Wagner con los mitos y la tradición de oriente y occidente. El escritor Samael Aun Weor en su obra “El Parsifal develado” estudia el lenguaje iniciático de las obras del maestro así como el significado simbólico de los personajes de esta obra wagneriana.

En 1850, Wagner publicó en la revista Neue Zeitschrift für Musik bajo el seudónimo K. Librepensamiento su ensayo “El judaísmo en la música”. En él, atacaba a sus coetáneos (y rivales) judíos Felix Mendelssohn y Giacomo Meyerbeer, deploraba lo que consideraba «la judaización del arte moderno», además de acusar a los judíos de ser un elemento dañino y extraño en la cultura alemana, advirtiendo a los judíos, «que existe un solo medio de conjurar la maldición que pesa sobre ustedes: el Exterminio». Wagner sostenía la tesis de que «el judío es intrínsecamente incapaz de expresarse artísticamente a través de su apariencia exterior ni por su discurso y aún menos por su canto» y que, no obstante, aquel ha llegado en la música al dominio del gusto del público. Wagner afirmó que los alemanes se sentían repelidos por la apariencia y comportamiento de los judíos: «a pesar de todo lo que hemos dicho y escrito en favor de la emancipación de los judíos, siempre nos sentiremos repelidos instintivamente por cualquier contacto real y operativo con ellos». Argumentó que, debido a que no tendrían conexión con el espíritu alemán, los músicos judíos sólo podrían estar capacitados para producir música superficial y artificial. Por tanto, que componían música para conseguir popularidad y, por consiguiente, éxito financiero, en oposición a crear auténticas obras de arte.

Volvió a publicar el panfleto con su propio nombre en 1869, con una extensa introducción, dando lugar a varias protestas públicas en las primeras representaciones de “Los maestros cantores de Núremberg”. Repitió un punto de vista similar en artículos posteriores como en su ensayo “¿Qué es alemán?”, de 1865 pero publicado en 1878, donde Wagner intentó explicar el fracaso de la Revolución de 1848 debido al hecho «de que el alemán genuino se encontraba representado tan súbitamente por una raza de hombres que eran totalmente ajenos a él». Algunos biógrafos sugieren que los estereotipos antisemitas están también representados en sus óperas. Los personajes de Mime en “El anillo del nibelungo”, Sixtus Beckmesser en “Los maestros cantores” de Núremberg y Klingsor en “Parsifal” son tomados a veces como representaciones judías, aunque no son identificados expresamente como tales en los libretos. Por otra parte, en la mayoría de escritos sobre sus obras, no hay ninguna mención a la intención de caricaturizar a los judíos en ellas; ni aparece ninguna mención similar en los diarios escritos por su esposa, que recogió su punto de vista en un diario durante un periodo de ocho años.

A pesar de sus conocidos puntos de vista sobre los judíos, a lo largo de su vida, Wagner tuvo amigos, compañeros y seguidores judíos. Entre otros destacaron su ayudante Carl Tausig, Joseph Rubinstein, Angelo Neumann y la famosa cantante Lilli Lehmann. El estreno de su última obra, “Parsifal”, se lo confió al director de orquesta Hermann Levi en Bayreuth. En su autobiografía, Wagner mencionó numerosas amistades con judíos, refiriéndose a la que mantuvo con Samuel Lehrs en París como «una de las amistades más bellas de mi vida». El tema de Wagner y los judíos se complica aún más por las acusaciones, que han sido acreditadas al propio compositor, de que él mismo era descendiente de judíos, por la supuesta paternidad de Ludwig Geyer, aunque Geyer no era descendiente de judíos, ni tampoco el padre oficial de Wagner. Frecuentemente se realizaron referencias a sus supuestos orígenes judíos en dibujos del compositor en las décadas de 1870 y 1880, y más explícitamente por Friedrich Nietzsche en su ensayo “El caso Wagner”.

Algunos biógrafos aseguran que en sus años finales comenzó a creer en la filosofía racista de Arthur de Gobineau y según Robert Gutman esto se refleja en “Parsifal”. Otros biógrafos como Lucy Beckett creen que esto no es verdad. Wagner no mostró un interés significativo por Gobineau hasta 1880, cuando leyó “Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas”, pero Wagner había completado el libreto de su ópera en 1877 y los borradores originales de la historia datan de 1857. Los escritos de sus últimos años indican algún interés por las ideas de Gobineau de que la sociedad occidental estaba condenada por el mestizaje entre las razas «superior» e «inferior».  Algunos autores sostienen que, cuando se afirma que Wagner no podía evitar que su música fuera utilizada por el nazismo se olvidan de que el nazismo no sólo se apropió de su arte, sino también de sus ideas, ya que hasta sus escritos, las razones del odio a los judíos no eran biológicas, sino de orden religioso, político o económico mientras que es él quien introduce la pretensión de que los judíos son intrínsecamente irredimibles. De su racismo y odio dan testimonio, además su correspondencia, sus memorias y otros numerosos escritos. Pero estos revelan lo que en Alemania se pensaba en su tiempo.

Según otros autores en el caso de existir una verdadera (no anecdótica o circunstancial) conexión entre Wagner y las ideas antisemitas, esta se ha producido con posterioridad a su muerte a través del llamado Círculo de Bayreuth, creado en torno a Richard y Cósima Wagner (y no del propio Wagner). En él se introdujo, como en gran parte de la sociedad alemana y occidental durante la segunda mitad del siglo XIX, un racismo de una forma totalmente nueva: Un racismo biologizante, esencialmente representado por De Gobineau y por Houston Stewart Chamberlain. Ambos propagaron la superioridad de una «raza aria» frente al judaísmo. Chamberlain se casó en 1908 con Eva, hija de Wagner. Lo cierto es que la ejecución de las obras de Wagner todavía es controvertida en Israel. Así, por ejemplo, la representación del preludio de “Tristán e Isolda”, dirigida por Daniel Barenboim en julio de 2001, fue muy polémica.


Operas compuestas por Richard Wagner


El principal legado artístico de Wagner son sus obras operísticas. A diferencia de otros compositores de ópera, que generalmente dejaban la tarea de escribir un libreto (texto y lírica) a otros, Wagner escribió sus propios libretos, a los que se refería como «poemas». Además, desarrolló un estilo compositivo en el que el papel orquestal es igual que el de los cantantes. El papel dramático de la orquesta, en sus últimas óperas, incluye el uso de leitmotivs, temas musicales que pueden ser interpretados para anunciar a personajes específicos, localizaciones y elementos argumentales; su complejo entrelazamiento y evolución ilustran la progresión del drama. En última instancia desarrolló un nuevo concepto de ópera a menudo referido como «drama musical» en el que todos los elementos dramáticos y poéticos musicales se fusionan en la denominada obra de arte total.

Sus óperas se pueden dividir en tres periodos.
1.     Primer periodo (hasta 1842)
Su primer intento de componer una ópera, cuando tenía diecisiete años, fue Die Laune des Verliebten La obra se abandonó en los inicios de su composición, al igual que “La boda”, en la que Wagner trabajó en 1832. Las primeras que completó fueron “Las hadas” (1833, no representada durante la vida del compositor) y “La prohibición de amar” (1836, retirada después de su estreno). Trabajó en “La astucia del hombre es superior a la de la mujer”. A continuación compuso “Rienzi” (1842), su primera ópera representada exitosamente. El estilo compositivo de estas obras tempranas era convencional y no exhibía las innovaciones que marcarían el lugar de Wagner en la historia. Después afirmó que no consideraba esas inmaduras obras como parte de su obra y ninguna de ellas fue representada en el Festival wagneriano de Bayreuth. Estas óperas han sido interpretadas en raras ocasiones en los últimos cien años, aunque la obertura de “Rienzi” es pieza ocasional en conciertos.

2.     Periodo medio (1843-1851)
En su periodo medio comenzó a mostrar la profundidad de sus dotes como dramaturgo y compositor. Este periodo comienza con “El holandés errante” (1843), seguida por “Tannhäuser” (1845) y “Lohengrin” (1850). Estas tres óperas reforzaron su reputación entre el público alemán más allá de lo que Wagner había comenzado a establecer con “Rienzi”. Sin embargo, durante su exilio tras el alzamiento de mayo en Dresde en 1849, comenzó a reconsiderar por completo su concepto de ópera y finalmente decidió, como explicó en su serie de ensayos entre 1849 y 1852, que esas óperas no representaban lo que esperaba obtener. En su ensayo “Una comunicación a mis amigos” (1851), concebido como un prefacio de los libretos impresos de “El holandés errante”, “Tannhäuser” y “Lohengrin”, Wagner hizo efectivo el repudio de esas óperas y declaró su intención de avanzar en nuevas direcciones. Wagner se reconcilió posteriormente con sus obras de este periodo, aunque reelaboró tanto “El holandés errante” como “Tannhäuser” en varias ocasiones. Las tres óperas de este periodo fueron las primeras incluidas en el Canon de Bayreuth, el catálogo de óperas maduras que Cósima añadió al Festival después de la muerte del compositor siguiendo sus deseos. Se continúan representando regularmente y han sido grabadas con frecuencia. Muestran un incremento de la maestría en el arte escénico, la orquestación y la atmósfera.

3.     Último periodo (1851-1882)
Los últimos dramas de Wagner son considerados sus obras maestras. “El anillo del Nibelungo”, comúnmente denominado “El ciclo del Anillo”, es un conjunto de cuatro óperas basadas libremente en figuras y elementos de la mitología germánica así como los conceptos del drama griego, en el que las tetralogías eran un componente de los festivales atenienses y que el compositor había desarrollado ampliamente en su ensayo “Ópera y drama”. Los dos primeros componentes de la tetralogía fueron “El oro del Rin” (completada en 1869) y “La valquiria” (finalizada en 1870). En la primera, con su «implacablemente locuaz "realismo" y la ausencia de "números" líricos», Wagner estuvo muy cerca de su ideal musical puro contemplado en sus ensayos de 1849-1851. La segunda, con el aria de “Sigmundo” en el primer acto y la casi coral aparición de las Valquirias, muestra rasgos más «operísticos», pero se ha evaluado como «el drama musical que más satisfactoriamente ha personalizado los principios teóricos de su ensayo “Ópera y drama”. Se consigue una síntesis de la poesía y la música sin ningún sacrificio importante en la expresión musical».

Mientras componía “El ciclo del Anillo”, dejó por un tiempo incompleto la tercera ópera de la tetralogía, “Sigfrido”, realizando una pausa entre 1857 y 1864 para componer la trágica historia de amor “Tristán e Isolda” y su única comedia madura, “Los maestros cantores de Núremberg”, dos obras que también son parte del catálogo operístico habitual. La primera tiene una línea argumental derivada del poema de Gottfried von Strassburg por el que Wagner fue impactado junto con la filosofía de Schopenhauer en octubre de 1854. Ambos, llevaron al compositor a un «grave estado de ánimo, intentando encontrar la expresión del éxtasis. Fue tal estado de ánimo el que inspiró la concepción de “Tristán e Isolda». El estreno de la obra tuvo lugar el 10 de junio de 1865 en Múnich, dirigido por Hans von Bülow. Se suele situar a “Tristán e Isolda” en un lugar especial en la historia musical. Se la describe como «cincuenta años adelantada a su época» por su cromatismo, disonancias largamente mantenidas, inusual color y armonía orquestales y el uso de la polifonía. El propio compositor creía que sus teorías dramático-musicales estaban más perfectamente desarrolladas en esta obra con su uso de «el arte de la transición» entre los elementos dramáticos y el equilibrio conseguido entre la línea vocal y coral.

Wagner concibió inicialmente “Los maestros cantores de Núremberg” en 1845 como una especie de clímax cómico de “Tannhäuser”. Fue estrenada en Múnich, también bajo la batuta de Bülow, el 21 de junio de 1868, y su accesibilidad la convirtió en un éxito inmediato. Es «un drama musical rico y perceptivo ampliamente admirado por su calidad humana»; pero, debido a sus fuertes matices nacionalistas alemanes, es también considerada por algunos como un ejemplo de las ideas políticas reaccionarias y el antisemitismo del compositor.

Cuando Wagner retomó, con la experiencia adquirida en la composición de “Tristán e Isolda” y “Los maestros cantores de Núremberg”, la escritura de la música del último acto de “Sigfrido” y del “El ocaso de los dioses”, nombre que recibió la última ópera de la tetralogía, su estilo había cambiado nuevamente a uno más «operístico» (aunque mejor provisto de su originalidad como compositor y teñido de leitmotivs) que el mundo sonoro de “El oro del Rin” y “La valquiria”. Esto fue en parte debido a que escribió los libretos de las cuatro óperas del ciclo en orden inverso, por lo que el texto de “El ocaso de los dioses” era más «tradicional» que el de “El oro del Rin”. Aunque se había relajado en el uso de las restricciones auto impuestas de la obra de arte total. Sin embargo, las diferencias también se debían al desarrollo de Wagner como compositor. La tetralogía supone quince horas de representación, que fueron concebidas en el transcurso de veintiséis años desde el primer borrador de un libreto en 1848 hasta la finalización de “El ocaso de los dioses” en 1874. Es la única obra de tal magnitud que se representa con regularidad en los escenarios de todo el mundo.

Su ópera final, “Parsifal” (1882), fue la única escrita especialmente para su Festival de Bayreuth y descrita en su partitura como “obra de festival para la consagración del escenario”, tiene una línea argumental sugerida por elementos de la leyenda del Santo Grial. Aunque también toma elementos de la renuncia budista inspirados en sus lecturas de Schopenhauer. Wagner la describió su «última carta». El tratamiento del compositor del cristianismo en la ópera, su erotismo y su supuesta relación con el nacionalismo alemán (y el antisemitismo) han continuado la controversia por razones no musicales. Sin embargo, se considera que representa el continuo desarrollo del estilo del compositor y, según Millington, es «una partitura diáfana de una belleza y refinamiento sobrenaturales».


 Principales obras no operísticas de Richard Wagner


Aparte de sus óperas, Wagner compuso un número de piezas musicales relativamente reducido. Entre ellas se incluyen una sinfonía (compuesta cuando tenía diecinueve años), la Obertura Fausto (la única parte completada de una futura sinfonía sobre el tema), algunas oberturas, piezas corales y para piano. Su obra no operística representada con mayor asiduidad es “Idilio de Sigfrido”, una pieza para orquesta de cámara escrita para el cumpleaños de su segunda esposa, Cósima. La obra se basa en varios motivos del “Ciclo del Anillo”, aunque no es parte de la tetralogía. “Cinco canciones para voz femenina”, son también obras habitualmente representadas, para voz y piano, que fueron compuestas para Mathilde Wesendonck mientras Wagner estaba trabajando en “Tristán e Isolda”.

“La Marcha” para el centenario estadounidense de 1876 es una rareza, encargada por la ciudad de Filadelfia (por recomendación del director Theodore Thomas, que posteriormente se sintió muy decepcionado con el resultado final) para la apertura de la Exposición del centenario, por la que el compositor cobró 5000 dólares. “La fiesta de amor de los apóstoles”, una obra representada en raras ocasiones, es una pieza para coro masculino y orquesta, compuesta en 1843. Wagner, que había sido elegido a principios de año por una asociación cultural en Dresde, recibió el encargo para evocar el tema de Pentecostés. El estreno, realizado en la Frauenkirche el 6 de julio de 1843, fue representado por cerca de un centenar de músicos y casi 1200 cantantes con una muy buena acogida. Después de completar “Parsifal”, Wagner expresó su intención de volver a escribir sinfonías, aunque no se conservan bocetos de dichas obras, ni se tiene certeza de que los llegara a realizar.

Las oberturas y pasajes orquestales de sus óperas de los periodos medio y último son interpretados habitualmente como piezas de concierto. En la mayoría de ellas, Wagner escribió pasajes cortos para concluir de forma menos abrupta. Otro pasaje habitual es la «Marcha nupcial de Lohengrin”, a menudo interpretada en ceremonias nupciales.


 Principales obras literarias de Richard Wagner


Wagner, escritor prolífico en extremo, es autor de cientos de libros, poemas y artículos, así como una voluminosa correspondencia que abarca toda su vida. Sus obras literarias cubren una amplia temática, incluyendo política, filosofía y detallados análisis de sus óperas. Entre los ensayos destacan “Arte y revolución” (1849); “Ópera y drama” (1851), un ensayo sobre teoría operística; y “El judaísmo en la música” (1850), un polémico ensayo dirigido contra los judíos en general y contra Giacomo Meyerbeer en particular. También escribió varias obras autobiográficas, como “Mi vida”, (1880). En sus últimos años se convirtió en un enérgico oponente de la experimentación con animales y en 1879 publicó una carta abierta, “Contra la vivisección”, en apoyo del activista por los derechos de los animales Ernst von Weber.

Existen varias ediciones de las obras literarias de Wagner, incluyendo la edición del centenario en alemán editada por Dieter Borchmeyer (que sin embargo omitió el ensayo “El judaísmo en la música”). Hay prevista una edición completa de la correspondencia del compositor, que se estima ascenderá entre los 10.000 y 20.000 artículos, cuyo primer volumen apareció en 1967.


En clave rosacruz


La Musicoterapia reconoce a algunas de las creaciones de Wagner como tratamientos Es así como para alergias y ciática se utiliza “Tannhäuser, La Gran marcha”; para el corazón e impotencia, “Los maestros cantores de Nuremberg, Preludio Acto III”; para los nervios, la piel y la vesícula “La obertura de Rienzi”.

Hay algo inseparable en la naturaleza del artista y del Arte mismo. Todo lo que realiza es producto de la inspiración que le viene del Cósmico. Es un receptor de éstas y luego las transmite.  En otras oportunidades ya me he referido al estudio “La Música de las Esferas” del Dr. Carlos Seijas, quien nos dice que “… un músico animado de un poder espiritual, un maestro espiritual, podrá obtener un efecto con prácticamente cualquier instrumento… la inspiración significaría estar en otro estado, trascenderlo todo. Cuando se llega a ese estado de inspiración, se entra de golpe en la significación de una pequeña frase melódica. Ella habla y se siente que está viva de una manera diferente a la habitual. Entonces uno entra en sí mismo y esa frase nos lleva hacia otra y se siente la posibilidad de desarrollar algo nuevo… Existen numerosas maneras de estar inspirado, pero la condición es una sola: eclipsarse”.

Al hablarnos del poder de la Música, Seijas dice que hay muchas respuestas que dicen cuál puede ser éste para terminar dándonos una pauta, una clave que está en el hombre mismo, en el creador, en el artista: “… Para transmitir un influjo, el ejecutante debe tener él mismo un cierto poder que viene de la calidad de su concentración, de su meditación. … es uno de los ejes fundamentales. Se ve raramente un músico que llegue a fascinar a la gente sin tener en sí mismo esta especie de fuerza interior. Por lo demás, esto es lo que constituye el beneficio de una tradición: se es iniciado a una cierta forma de espiritualidad a través de la música… Por otra parte, la forma de la música misma hace que ella sea capaz de transmitir un poder o no. Si alguien trabaja sobre bases musicales que no corresponden de ninguna manera a las leyes de la naturaleza, su espiritualidad no se puede expresar tan bien como la de un Bach por ejemplo….”. Wagner lo hizo. Fue el ejecutante necesario en su tiempo y espacio para realizar la hazaña a través de la ópera: La transformación de la Historia en general y de los caminos del arte en particular.

Todo artista desde La Dimensión Esotérica tiene tres disciplinas: la de las manos, la de la cabeza y la del corazón. Las tres son en realidad, una. Son él mismo Cuando Seijas aplica esto a la Música nos dice: “…El grado en el cual ocupamos su potencial es el grado que experimentamos plenamente o no, todo lo que es posible en nuestra vida musical. … la posibilidad que sea una puerta abierta al mundo de las cualidades, y entonces buscar el significado de una pieza musical. … El acceso a un mundo más sutil está más próximo a nosotros que el aire que respiramos. Es sorprendente, pero es una puerta que me lleva hacia mí mismo…”. No cabe duda que Wagner lo logró con maestría. Nos damos cuenta de ellos porque el artista en La Dimensión Esotérica del Arte sabe que al proyectar la creatividad del Cósmico, caminos como el trazado por AMORC, es la mejor guía, seamos creadores o no, para no perderse y comprenderlo.

 “Parcifal” como ejemplo de la maestría de Wagner


Por el estallido de la Primera Guerra Mundial y el estreno simultáneo del “Parsifal” en todo el mundo culto es memorable el año 1914. Si Wagner no hubiese prohibido la escenificación del mismo fuera de Bayreuth, es incuestionable que el mundo la habría conocido antes. En Alemania, la protección legal de las obras concluye a los 30 años de la muerte de su autor. El primero de enero de 1914 se cumplieron esos 30 años para “Parsifal”. Fue presentado en todos los mejores teatros de Europa el primero de enero.

Según Rogelio Villar “la partitura del «Parsifal» asombra, en general, por la grandeza y majestad, y por la inspiración y belleza de su traza, por la pureza de sus líneas, y por el colorido y matiz de su sabia y artística instrumentación, dulce y suave, grandiosa y solemne. Marca el término de la evolución iniciada en Tannhäuser y Lohengrin, en cuyas inspiradas obras se encuentran bosquejadas sus teorías sobre el drama lírico, llegando a sus últimos extremos en la bellísima partitura del «Parsifal». Hay en la partitura de éste fragmentos sinfónicos de una imponderable belleza, sonoridades deliciosas empastadas y fundidas con un arte tan nuevo, tan adecuado al medio en que se desarrolla la acción, al carácter del paisaje, imágenes poético-musicales tan expresivas, y verdaderos aciertos de interpretación de la «Leyenda del Santo Grial», que subyugan. Los trozos melódicos fragmentarios (leimotivs) que se oyen en el transcurso del drama en las diferentes situaciones son de gran potencia expresiva, y en relación con el carácter del poema, siempre subordinados al espíritu de la frase literaria”.

Según Samael Aun Weor “a todas luces resalta con entera claridad que Wagner fue un Gran Iniciado, un esoterista de fondo, un auténtico Iluminado... En el “Parsifal” existe Ciencia, Filosofía, Arte y Religión... Nuevo Doctor Fausto, parece haber escudriñado antiquísimas escrituras religiosas... En “Parsifal”, se encuentra el Evangelio de la Era Acuariana, la Síntesis, la primitiva Religión de la humanidad. Enjuiciando muy seriamente la brillante temática, podemos descubrir los Tres Grados Esotéricos clásicos: Aprendices, Compañeros y Maestros. El adolescente de la primera parte del drama, es el Aprendiz de la Masonería oculta... El Parsifal de la segunda parte, el Compañero. El héroe de la tercera parte, el Maestro. El muchacho de la primera parte del Drama ni siquiera ha despertado Consciencia; es tan sólo peregrino que viaja para sanar su adolorido corazón... El Parsifal de la segunda parte, es el asceta que baja conscientemente a los Infiernos; el místico que vence a la Tentación... El devoto de la tercera parte, es el Adepto vestido con el Traje de Bodas del Alma. El regreso triunfal al Templo del Grial es la principal característica del Parsifal de la tercera parte: El anacoreta vuelve al sacro recinto...”.

El escritor teosófico Mario Roso de Luna, comenta que “entremezclados con un arte sin precedentes, se oyen en la orquesta los temas de la Cena, Titurel (Orden del Grial), Kundry, Amfortas, Parsifal, que simbolizan la fe, la compasión, la humildad, la melancolía, el amor, la resignación, el cisne, la lanza y otros, cuya significación es preciso conocer para disfrutar por completo de la concepción wagneriana en toda su magnitud y grandeza; Amfortas simboliza el remordimiento; Titurel, la voz del pasado; Klingstor, el pecado (el Yo); Gurnemanz (el Gurú), la tradición; Kundry, la seducción”, Parsifal, la redención ...”.

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