lunes, 7 de febrero de 2011

Ante el altar de Rodrigo Carrillo




POR CESAR CHUPINA. Importante: Rodrigo Carrillo revive dirigiendo y escribiendo “El Festín de los Cuervos” los intentos de hacer teatro decente y a TeatroClub, la compañía de su tío, Hugo Carrillo, que formó a los integrantes del elenco participante en el montaje de “El Festín de los Cuervos” y que dicho sea de paso se encuentran entre la gente más seria que hace teatro en Guatemala. Es innegable el talento de Margarita Kénefick (intérprete de Doña Engracia), Brenda González (Matea), Byron Cazalli (Nicolás), Luis Escobedo (Hombre de Negro) y no digamos los genios de Saúl Pércola (Maquillaje) y Armando Pineda (Musicalización); estos últimos con una trayectoria importantísima en la Proyección Folklórica y la Música respectivamente.

Qué bueno que Rodrigo se lanzó a esta Odisea y esperamos otras más de igual envergadura. Lo vemos fresco y ajeno a las nuevas mafias que se han apoderado del mundo del teatro bajo el disfraz de redes, puentes y otros nombres de su parafernalia que lo único que hacen es tapar sus porquerías y tratar de callarnos a quienes no concordamos con ellos. Rodrigo nos trae de nuevo los aires de los tiempos de sus inicios y esa frescura de los mismos en los que la mística era el primer ingrediente del quehacer de los teatristas guatemaltecos y que aún quijotescamente siguen gentes como Escobedo, Kénefick y Pércola. En este orden de ideas, ante “El Festín…” pareciera que el tiempo no ha pasado. Mucho menos en Rodrigo ni por Rodrigo…

El montaje de “El Festín de los Cuervos” desgraciadamente tiene dos deficiencias. Una de forma y otra de fondo en cuanto a hecho escénico se refiere. La de forma es el vestuario. Y no me referiré mucho a esto porque la segunda es realmente la que debe preocupar a todo artista de teatro. Todos los actores abandonan a veces su personaje verbal y pierden el tono cambiándolo de repente, lo cual afecta al personaje. El caso de Luís y Brenda son los que deben estudiarse más porque son prototipos de mexicano e indígena. Pues con Brenda no es tanto porque mucho indígena pierde su identidad y eso puede ser una connotación interesante del personaje. Pero en el caso de Luis robotiza en su desplazamiento caricaturizando al personaje, lo cual no va con la estilística de la obra. Pese a ello es increíble cómo manejan su voz todos los intérpretes aunque destaque por su cultivo la de Cazalli.

Un “Festín….” como el de Carrillo da gusto. Inspira a escribir. Mucho más gratificante es la temática de la obra, lo cual no implica que si fuera género de comedia no fuera buena. Muchos han pensado que yo siempre he estado contra las comedias. No. Nunca he estado contra el género sino contra la forma de hacerlo y eso va para drama o comedia. Pero no nos desviemos. “El Festín” toca dos aspectos esenciales de la actualidad. Uno sociológico (el narcotráfico) y otro existencial. Este último merece párrafo aparte por ser algo que nos toca a los seres humanos en cualquier tiempo y espacio.

En el aspecto existencial, Carrillo se anota un hit en el personaje literario y escénico de Dona Engracia. Por supuesto que contando con el talento de Margarita, esto es superlativo. En su amargura nos refleja esa visión materialista de la humanidad en la que ninguno estamos libres de caer, sobretodo en eso que hemos dado en llamar “tercera edad” pues en la misma donde, según parlamento de Engracia, donde no falta nada “sólo un poco más de muerte”; donde “sólo dormido no se piensa en la muerte” aunque siempre todos los seres humanos “somos parte del Festín de los Cuervos, esos animales que le sacan a unos los ojos…”.

Rodrigo Carrillo como autor y director erige para su “Festín…” un altar a la amargura. Quienes lo presenciamos somos partícipes de una misa negra (no en el sentido literal sino como metáfora mía) que rinde culto a lo más negro del ser humano: La desesperanza. Para ello, convierte en protagonista a otro signo. El de la luz, la cual nos traslada de tiempo y nos muestra tanto lo que hay dentro y fuera de los personajes. Y eso es lo peor de todo. Pese a que la luz protagoniza el drama, sus personajes, como sucede con la humanidad sin esperanza, no la ve. Pero allí está. Somos parte de ella. De ella venimos. Y a ella iremos. No hay razón entonces para vivir tan amargados como doña Engracia.

Finalmente reitero mi felicitación a Rodrigo y su elenco por esta resurrección de TeatroClub. Gracias por este “Festín” que en medio de la cartelera mediocre que ofrece en la actualidad el teatro guatemalteco y en el que la misma UP, escenario donde se presentó “El Festín de los Cuervos” encabeza esos disfraces que mencionaba anteriormente y lo peor de todo es que se atreve a decir que es para mejorar el nivel académico de las nuevas generaciones cuando ni siquiera les han impartido en los últimos años una real clase de actuación. Gracias de nuevo por este “Festín…”.

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