miércoles, 9 de febrero de 2011

Las Margaritas de Edgar


POR CESAR CHUPINA. En este país donde cualquiera es actor, director y dramaturgo (con sus respectivos femeninos por favor), teniendo de este atentado no sólo parte de la culpa las escuelas que lo permiten y nefastas consecuencias la proyección cultural de nuestro país, es interesante descubrir a un verdadero director tal y como me sucedió con Edgar Quiñónez al ir a ver su hecho escénico “Estas si son Jodidas” en base al texto del dramaturgo venezolano Domingo Palma, “Margaritas para los cerdos”.

Y no se crea que estoy diciendo ingenua o estupidamente que es el primer montaje que dirige Edgar sino el primero que aprecio, en toda la dimensión de la palabra, y en dicha apreciación, su capacidad como director. Obviamente enriquecida con su experiencia como técnico oficial en el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias y como actor de alto calibre en la que basta con intercambiar unas palabras con él para saber que nació para ser actor tal y como su personalidad y tono de voz lo muestran. Pero una cosa es tener talento, otra ser actor, otra ser actor o ser actor y técnico a la vez y una muy alejada, ser director. A esto es a lo que me refiero.

Amén de esto, da gusto presenciar un hecho escénico como las “Margaritas…” de Edgar porque da opción a hablar del mismo sin perderse en detalles de los signos como cuando criticamos trabajos de estudiantes precisamente con el afán pedagógico de que aprendan. Lo malo es que en Guatemala lo que se ha presentado como teatro profesional da esa pauta y lo peor de todo, diga lo que uno diga, los que lo han hecho no aprenden. Un de las razones por las que preferí alejarme de la crítica de teatro porque “ojos que no ven, corazón que no siente” y, en mi caso, pluma que no se resiente

“Margaritas…” a nivel lingüístico nos ofrece una riqueza literaria impresionante como para que la puesta en escena sencillamente lo eche a perder. En esta línea de ideas lo primero que hay que subrayar es la unidad del elenco integrado las jóvenes actrices Elizabeth Morales (Pilar), Anelise Argueta (Blanca), Silvana Guevara (Lucía) y Anayancie Comparini (La Lewinsky). Se nota en ellas el trabajo de Edgar (el que logra la unidad actoral y de signos es el director) en el que el desplazamiento ofrece un reto como la recordada “Entre Mujeres….” que tan famosa hizo en Guatemala Xavier Pacheco precisamente por la manera de manejar un texto que como “Margaritas….” pareciera atender en ese sentido la exigencia de Aristóteles en su “Poética” de unidad de espacio y tiempo.

Bien, en cuanto al elenco no tengo más que Margaritas (flores) para cada una de ellas. Son obviamente un grupo de muchachas talentosas, jóvenes actrices (y actrices de verdad) en el que podemos remarcar el exquisito tono de voz de Morales y la interpretación gestual (el personaje corporal) de Guevara. En cuanto a Anelisse bien dije en un comentario verbal sobre la obra “El hombre compartido” (dirigida por Fernando Erazo) a ella y su partener que ya Mildret Chávez, María Teresa Martínez, Cony Miranda, Cristy Cóbar y Frida Henry (las grandes actrices del siglo XX) podían descansar en paz porque su grandeza que tanto sentido le dio con su trabajo actoral al teatro en nuestro país, ya tenía sustitutas y una de ellas es precisamente, Annelisse. Este trabajo lo confirma. Obviamente de cuando le dije esto para acá, ha trabajado y sudado tal y como le dije tenía que hacer y como obviamente las mencionadas lo habían hecho para lograr ser lo mejor de lo mejor del teatro nacional.

Pero no tengo sólo cuestiones objetivas que decir en cuanto a las “Margaritas….” de Edgar. Puedo hacer una crítica impresionista aparte del contenido porque es algo con lo que me identifico muchísimo. Toda mi vida he aplaudido y apoyado la reinvindicación de la mujer. Primero que nada atendiendo la lucha contra el machismo que tuvo mi señora madre para convertirse en profesional y dejar de ser la que barre, lava y plancha por el simple hecho de ser mujer, “madre y esposa ejemplar”. Como si la ejemplaridad fuera sinónimo de ignorancia y estupidez. Segundo, porque hasta la Cosmovisión Maya en mis nahuales me marca que vine para ello. (No olvidemos que esta Cosmovisión si le da su lugar a la mujer). Pues estas “Margaritas…” de Edgar muestran eso. Tercero, es parte de mi compromiso como Embajador de la Paz (título dado y ganado en el extranjero a raíz de mi trabajo por la paz después del conflicto armado y no por sólo participar en el cambio de la rosa, en el nunca he participado como tanto oportunista y politiquero barato lo ha hecho)

Yo que he trabajado a muy alto nivel ejecutivo inmediatamente al ver a las mujeres en esa oficina se me vinieron a la mente cantidad de profesionales mujeres de todas partes del mundo con las que he compartido espacio. Desde el famoso cambio de zapatos cuando llegan a la oficina hasta el chisme barato está íntegramente reflejado en el hecho escénico. Eso da la pauta para que el mensaje llegue. Un mensaje riquísimo en metáforas contra la violencia hacia la mujer que en nuestro medio ha llegado al deleznable feminicidio…

Y quizá por eso me simpatizó profundamente el personaje de Lucía que es la que lleva la carga psicológica en cuanto a lo que patrones culturales se refiere… Como aquello de que “a pesar de que el hombre me pega cuando se arrepiente es tierno… por eso me ama” (el entrecomillado es remarcaje mío no cita del texto) Es decir: “El que me ama, me pega”, una de las costras más repugnantes del machismo y que como paradoja en latitudes como la guatemalteca ha sido llevada a la misma comunidad gay que se supondría rompería con estereotipos como ese. Pero el machismo no es más que uno de los signos de la degradación del ser humano en el que son trofeos las marcas que dejan los hombres en el cuerpo de las mujeres u hombres a los que les pegan ya que son “las marcas del amor” tal y como las mismas víctimas creen y promueven. Y aunque suene absurdo es la mujer la misma promotora de dicha degradación aunque esta se disfrace de otras formas como la coraza de frivolidad (bien reflejada en la psicología del personaje de Pilar) que no es más que una reacción ante las agresiones por aquello de que “antes que me des, te doy…”. O el sector fundamentalista (no el moderado que conste) del feminismo que convierte a la mujer en más macho que el macho que combate.

Pues bien, no nos bastarían todos los espacios del mundo para seguir reflexionando en torno a la temática del hecho escénico que en este espacio nos ocupa. No me queda más que seguir aplaudiendo por el bien de Guatemala y su quehacer artístico al Teatro Viejo de Edgar y a Edgar mismo por habernos entregado este regalo teatral. Bien dice él en el programa que se puso al frente de cuatro maravillosas actrices “que dan todo… que se transforman en escena esa habilidad que sólo las buenas actrices lo pueden hacer”. En otras palabras, un ramillete de verdaderas “Margaritas…” para que las disfrutemos los que a conciencia no somos cerdos…

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